En el período napoleónico el Corse
se convirtió en una prenda privilegiada en la corte, realzando las
virtudes de mujeres que anhelaban verse estilizadas y reducir la talla
del abdomen para remarcar una reducida cintura, símbolo de juventud y
belleza.
Según el periodista y escritor Gilles Néret, los primeros sujetadores
podrían datarse en el año 300 a. de C. Sea cuando fuere, lo que sí se
puede asegurar es que los primitivos corsés representaban un verdadero
suplicio para la anatomía femenina, provocando frecuentes mareos entre
sus portadoras. Además, la aparatosa crinolina era otro de los
complementos más habituales en el siglo XIX.
De 1830 a 1914 las mujeres solían portar camisa, pololos, corsé,
cubrecorsé y enaguas bajo la indumentaria, con los que, además de
abrigarse e ir ataviadas de forma estética y decente, pretendían evitar
violaciones exprés, ataques físicos u ocultar embarazos no deseados.
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